lunes, 6 de octubre de 2014

Especies en peligro de extinción

Cuantas noches albergué, buscando sin fe, esa mirada cómplice, de esos besos robados en el instante más oscuro, de la noche más fría del preciado invierno.
Cuantas noches busqué , los suspiros de un amor que transpire por los poros de la piel, aquello, que una boca no consigue promulgar, aquellas palabras atrapadas en el corazón más gélido jamás congelado.


Esos abrigos de cuerpos y esas mantas de pieles, unidas, desprendiendo el calor corporal de dos seres dispuestos a protegerse de cualquier desastre que "ose" irrumpir en el engranaje de dos piezas dispuestas para complementarse.

Los ojos llenos de lágrimas de la emoción de un sentimiento, que habla por sí solo. Los mismos que miran y observan los detalles más insignificantes a ojos vistos, pero los paisajes más bonitos, pintados a la estela de un cuadro de colores. Ojos que admiran, lo que otros ni imaginan.
Cuantas caricias se perdió mi cuerpo, al renunciar a la vanidad y simplicidad de los sentimientos infundados en los amantes pasajeros, los que aprecian un cuerpo, pero no un corazón, los que ven un físico, pero no un interior.
Cuanto amor guardado, en la coraza frágil de un corazón aventurado a vida de flores y corazones, a los cortejos respetuosos de las mujeres de bandera, a las que anteponen los sentimientos y el respeto a los placeres carnales.
Esperar lo que cada cual merece, no es entregarse a la búsqueda desesperada de encontrar con urgencia el primer tallado escultural, que refleja la sombra de lo que anhelamos, es esperar con paciencia y cordura, es asomarse a los expositores sin buscar y ser capaz de discernir sin dañar.

Una vez encontrado, es lanzarse al vacío sin reparo, aprendiendo a caminar de una mano, paralela, sin opresiones de amor ni amores oprimidos, sin condiciones, envidias o mentiras, haciendo de mis deseos el puente para unirlos a los de mi pareja y cumplirlos juntos, creando lazos que se afiancen con las tormentas más feroces, hasta conseguir que mis noches se llenen del clima que anhelaba en mis sueños.
Sí, soñadores, pero los cuerdos son los que dejan el mundo como está, los conformistas, los que hacen lo mismo esperando resultados distintos, aquellos que ven la lluvia caer a la distancia prudencial para no mojarse, los que huyen de los fangos. Mientras tanto, los soñadores cantan bajo la lluvia y saltan sobre los charcos, aunque la sociedad los vea como personas raras; son innovadores, son valientes, son distintos, pero sobre todo son especies en extinción dispuestas a cambiar el mundo.