sábado, 18 de julio de 2015

La realidad de nuestra sociedad

Hoy día quien estudia una carrera no se asegura un trabajo, el esfuerzo no es garantía de éxito y quien siembra no cosecha. Es cierto que la educación y la formación son los pilares que sostienen el mundo y el motor de todo cambio, pero las circunstancias no son las más favorables para salir al mundo, a realizarte como persona, en aquello que tanto te apasiona.
Hoy, los jóvenes tenemos que salir fuera, tenemos que buscar nuestro futuro lejos de nuestro hogar, tenemos que traspasar fronteras si queremos tener oportunidades en aquello que nos hemos formado.
Nos enfrentamos a un medio extraño, hostil; solos ante situaciones que en ocasiones nos desbordan,  en un país nuevo, un idioma desconocido, cultura y gente extrañas. Es cierto que ampliamos conocimiento, que maduramos como personas, que nos hacen crecer; pero también lo es, que lo haríamos cerca de casa, si se nos diera la oportunidad.
Si nos quedamos aquí, a lo único que podemos aspirar es a seguir formándonos, cosa que hemos hecho genial hasta ahora, formar a nuestros jóvenes talentos para que otros países lo aprovechen. Hasta hace poco muy bien formados, pero cada vez con más carencias, menos becas, menos ayudas y más dificultades para acceder a un sistema educativo "público", cada vez más lejos de las clases medias-bajas y solo al alcance de las clases más ricas de la sociedad, sin olvidar, que llegar a este estatus implica una opresión cada vez mayor de los sectores trabajadores, una privatización de los servicios básicos y un empoderamiento de grandes empresarios y terratenientes. Mientras esto sucede, hay familias viviendo en la calle, mendigando algo que llevarse a la boca, sufriendo calamidades para llegar a fin de mes, para pagar unos impuestos  cada vez menos razonables, para darle dinero a la Iglesia, la cual no representa para nada la fe cristiana, la del pobre, que tiende la mano para dar lo que le falta no para recibir tributos de un gobierno que ahoga.
Quedarse aquí implica: trabajar un mes o dos y estar parado el resto del año. Implica vivir con tus padres toda la vida, porque no te puedes permitir pagar un alquiler, porque aunque a los bancos se le dan rescates que pagamos entre todos, ellos no contemplan que nosotros recibamos facilidades; significa que independizarse es misión imposible. 
Si trabajas dos o tres meses en condiciones infrahumanas, encima no te quejes. Tienes que agradecer que tienes un trabajo, callar y aguantar, porque sino, otro con mucha necesidad entrará en tu lugar y tu te vas a la puñetera calle, sin más... Sin olvidar la jubilación a los 67 años, en lugar de darle oportunidad a la gente joven, que llegan con ganas de hacer cosas grandes, de comerse el mundo, impedimos a muchos mayores disfrutar de una merecida jubilación, haciéndoles trabajar hasta el día de su muerte, sin pensar por un segundo que hay personas de 67 años que trabajan en el campo a 40º C, o  en trabajos muy físicos, no todos están con el aire acondicionado en una oficina.
 ¿Dónde quedaron los derechos humanos?
 No se trata de políticas de izquierdas o de derechas, se trata de un poco de sentido común.

Por este cúmulo de situaciones me marcho, emigro a otro país, a uno que aproveche mis ganas de trabajar, mis ganas de aportar lo mejor de mí a la sociedad. 
Me voy con todo el dolor de mi corazón al saber que no podré darle lo mejor de mí al país que me formó, que me enseñó a ser lo que hoy soy, a esa gente más desfavorecida y a los que más lo necesitan, que no podré contribuir a hacer de este lugar un rincón mejor; pero no estoy de acuerdo para nada con la situación actual y la forma de manejarla.
Espero que no sea un adiós definitivo, solo un hasta pronto, porque con sus más y sus menos es mi país, es mi España.