lunes, 23 de marzo de 2015

Las lágrimas de sus entrañas (primavera)

Llega la época más bonita del año, los almendros en flor, flores que hacen su aparición y el sol  que brilla en su justa medida, no quema ni permite que el frío inunde los corazones. Comienza el deshielo de las altas cumbres y de los corazones que quedan atrapados en el duro invierno, para mostrarles la realidad más optimista jamás imaginada. Se hace conocer como la primavera, época de vida, resurgir del aletargamiento propio de la estación más fría del año, de la lluvia que arrastra todo en su camino, para dejar paso a ésta, que llega con el ímpetu propio de su mayor virtud, la que hará resurgir las rosas con la fuerza propia de un nuevo amanecer, del sol que cada día se avista en el horizonte.
Ahora no hay excusa para negarnos a tumbarnos en la hierba a admirar el cantar de los pájaros o el oleaje del mar, relajado, tras la tormenta del invierno. Es hora de prestarle nuestro cuerpo a las mariquitas y demás insectos que nos agradan con su presencia viva, de cobijarnos bajo las copas de los árboles, cuan madre naturaleza acoge a sus hijos en su regazo. Hora de comer sus frutos, brindados con el mejor de los antojos para los paladares más exquisitos. Es hoy y no mañana el momento de pasear por este mundo, que se nos brinda sin pedirnos nada a cambio, más que el trato de cariño que damos al mayor de nuestros tesoros; a una parte de nosotros mismos.
Respetamos al preso en la prisión, al difunto en su lecho, qué hay de nuestros ríos y manantiales, de nuestros bosques y cielos, reducidos a cenizas de alquitrán, que destruyen todo en su lecho, como tornado sin rumbo, no dejando títere con cabeza, perdiendo entre tsunamis la vida que alberga, arrasando todo en su vereda, sin discriminación entre alternativas posibles.
No es más que la deuda, que el ser humano paga a la naturaleza, que no entiende más que el lenguaje del catastrofísmo como señal de tributo a todo lo malo que recibe.
No se trata de crear la supervida de industrias y tecnologías, no es explotar sus recursos, sino la capacidad de dar lo mejor de sí misma; mimarla como si nos brindase un regalo, cuidarla y venerarla. Dejarla un poco mejor de lo que la encontramos, por el simple hecho, que dar, significa recibir.
Por todo esto, la primavera, es la época en que la naturaleza nos brinda su mejor versión, su mayor agradecimiento y es por la misma razón por lo que se está perdiendo. Ya no se oyen las carcajadas del viento , sino el susurro de éste, reclamando respeto. Es por eso, que el cielo llora poco y cuando lo hace, es atronador y desolado su llanto y es por eso mismo que el sol dejó de querer calentar los cuerpos, para abrasarlos como cada día el ser humano quema sus bosques y la vida que tanto le costó forjar y tanto empeño puso en mantener. Es por eso, que hoy la madre naturaleza tiene los ojos lloroso, en el día en que su sonrisa resplandecía al dios de los cielos, festejando la entrada de su hija predilecta, la primavera, que nos recibe con la cara amarga de la decepción, del darnos todo , para dejarla desnuda, desprotegida a los avatares de la mano del ser vivo más feroz del universo... por eso rehúsa entrar , porque no quiere recibimientos de gente sin escrúpulos, de gente cuya arma de destrucción masiva más potente es su actitud, secundada por las manos que ejecutan a pies puntillas todo lo que otros mandan.
No permitas que la última estrella del firmamento se apague, porque entonces no servirá el progreso, no servirá tu esfuerzo por avanzar, quedará reducido a una nebulosa todo empeño por hacer de este mundo, algo mejor.
No responsabilices a nadie externo de la lata que tires, o de los animales que extingas, porque no hay mano peor que la que corta un árbol y no planta un bosque.
Tu alrededor es el reflejo de tu actitud y muchos como tú, no ceses en el empeño de aunar las buenas intenciones de gente con alma.
Sé valiente; planta, riega y cosecha, que llegará el tiempo de recogida, de la vid más dulce de la fruta más sabrosa de nuestra campaña