miércoles, 6 de mayo de 2015

El camino hacia la coherencia propia.

A veces pienso que no soy de este planeta, que el lazo que lleva la sociedad me oprime tanto que me impide decidir sin sentirme coartada. Siempre intenté actuar con coherencia y corazón, pero eso es una mezcla explosiva sin solución, ya que, cuando una se realza, la otra se oculta. No puedo vivir evitando el daño a todo el mundo, porque en lo utópico de eso, acabo haciéndome daño a mi misma, eludiendo mis responsabilidades de felicidad, por la irresponsabilidad de unos cuantos para con ellos mismos y su labor.
Todos ven en su opinión la versión mejor argumentada de una película repleta de escenas, yo soy la protagonista de ese cortometraje y quien escoge, no el mejor o peor guión, pero sí, el que más me define, a esta ínfima parte del mundo, a este grano de arena dispuesto a hacerse cargo de las casas que construya y los muros que derribe.
Nadie sabe donde está cada epígrafe, pero todos sabemos coger papel y lápiz para trazar unas marcas, con una rudeza que será la que marque la seguridad y firmeza con la que tomes tus decisiones, en base a unos principios de vida.
Si tuviera que describir lo que quiero ser o mi personalidad, no tendría una palabra que me definiese, ni dos ni tres, solo obtendría una para cada momento, un eslogan para cada instante. No hay personas con personalidad idéntica para momentos concretos, hay pautas de conductas parecidas, modos de actuar similares, pero no certezas de comportamiento, por el mero hecho, de la variabilidad que cada situación lleva implícita, por tantas cosas que no vemos y que están latentes, como el eco en las montañas o el susurro de los vientos favorables y rebeldes.
Tener claro lo que no quieres es la mejor forma de comenzar, para empezar a investigar en el devenir humano, en las preferencias. Dar pequeños pasos, afianzando lo coherente y desechando aquello que no converge en el camino de lo que necesitas o deseas, es duro, nadie dijo que no lo fuera, sobre todo, cuando tienes que dejar atrás cosas que no quieres o que de alguna forma quieres mantener, pero es necesario el desapego para iniciar el apego, es necesario elegir para tomar conciencia, es necesario besar mi palma para abrazar lo ajeno.
Me armé del mejor escudo de la gendarmería, dejé de darle importancia a tonterías para centrarme en el valor de lo cotidiano, sin planes,  sin esperar nada de nadie, ni siquiera de mi misma, entonces, cuando dejo de esperar y desesperar, aparece la verdadera y gratificante sorpresa, la que emerge como el sol naciente con su luz más brillante. Me volví coherente conmigo misma, y me dispuse a vivir a débito una vida que solo me perteneciese a mí, como gigante sin techo, en la que no tenga mesura de lo alto que pueda llegar, entonces, el guión comenzó a cuadrar y el vinilo a girar. Practiqué el "no" como requerimiento fundamental de la coherencia, dejé de imponerme ""tengo que" y los sustituí por "me apetece esto o lo otro de más allá". Ya no me preocupaba quien me juzgase o quien me apoyase, las decisiones tenían el firme propósito de hacerme feliz y de ser aprobadas o juzgadas por mí, comprendí de una vez y para siempre, que nadie tiene derecho a criticar tu camino, que tus verdaderos amigos y seres queridos no lo harán y los que no te conocen, aunque lo intenten, no lograrán que me preocupe, solo despertarán mi pena, ante la pobreza que transmite una vida de envidia a lo ajeno,  a un horizonte que no les pertenece.
Fui rebelde y valiente, cargué la mochila con lo imprescindible y salí al mundo de la incertidumbre a permitir que me sorprendiera, lo hice sola, dando la bienvenida a quien me acompañase y dedicándole mi más sincera y ecuánime despedida a quien se marcha, dejé atrás resentimiento y dolor, sufridos y hastíos de un pasado que quedó atrás, para convertirse en un presente que labre un futuro, acorde a lo que soy y lo que siento. Me equivocaré, claro que lo haré, pero no una, sino mil veces, lloraré y me sentiré efímera, pequeña y carente de valía, pero me levantaré más fuerte si cabe, y seguiré caminando, hasta que los pies sangren. Sanaré mis heridas y secaré mis lágrimas. Lucharé por ser mejor persona y por aprender a vivir de la forma que me de el equilibro que tanto ansío, pero para ello, tengo que aceptar los tropiezos e incorporarlos a mi padecer diario, como parte de mi objetivo.
Soñar una forma de vida, para trabajar en su causa, dedicación y esfuerzo, la clave del éxito.